sábado, 15 de diciembre de 2012

Como superar la pérdida de un ser querido


Muchas veces en la vida tenemos pérdidas importantes. Una de las pérdidas más dolorosas es la muerte de un ser querido. Hace exactamente un mes perdí a mi querido Tío Paul, al que quise y quiero alguien que fue como un Padre para mí, me enseño y aprendí muchas cosas gracias a él .Por circunstancias de trabajo no pude estar en su funeral ni darle el adiós, es por ello que me anime a escribir esta nota.
No es fácil decir un adiós definitivo a las personas que hemos amado, con las que hemos compartido momentos importantes de nuestra vida. La perdida de ese ser es el suceso más doloroso para el ser humano.

Frente a ello, parece que no hay consuelo alguno. Lo único que podemos encontrar es apoyo emocional, para soportar ese dolor.
Es importante aprender a despedirnos de quienes partieron, porque ello nos ayuda a seguir adelante, a nosotros mismos y, a ellos en la otra dimensión.
Hay que aprender a hacer frente a los hechos, aceptando aque
llos que no pueden cambiarse. Hay que integrarlos. Dejar de luchar y seguir adelante centrando los esfuerzos en aquellos que sí se pueden hacer.

“No es la dureza de la madera lo que le permite al sauce hacer frente a las tormentas, es su flexibilidad”. Debemos aceptar lo que no podemos cambiar. Lamentablemente cuando pensamos en las pérdidas, tenemos en mente la muerte de nuestros seres queridos, sin embargo, a lo largo de nuestras vidas, las pérdidas son un fenómeno mucho más amplio. Perdemos no sólo a través de la muerte, sino abandonando o siendo abandonados, cambiando, soltando ataduras y siguiendo adelante.
Nuestras pérdidas no incluyen sólo nuestras separaciones y nuestros adioses a los seres queridos, sino también las pérdidas conscientes o inconscientes de nuestros sueños, nuestras esperanzas irrealizables, nuestras ilusiones de libertad, de poder, de juventud, etc... Y estas pérdidas forman parte de nuestra vida, son constantes, universales e inevitables. Y son pérdidas necesarias porque crecemos a través de ellas. Pero igualmente ninguna de ellas se compara a la muerte de un ser amado.


Analizando las etapas de este dolor:

La rabia.- Debemos expresar la rabia y el dolor que nos ocasiona esa pérdida. Exteriorizar esos sentimientos compone una forma efectiva de liberar el dolor y favorece el despegue de la persona que se ha ido.

El rechazo.- En esta fase, hay una combinación de ansiedad por la separación y un sentimiento de no aceptar la realidad de la pérdida. Esto engendra el deseo de buscar y recobrar la persona perdida. El fracaso de esta búsqueda nos lleva a repetidos desencantos y frustraciones.

La depresión.- Es la etapa que va precediendo a la que sigue:

La aceptación.- Son algunas de las fases que atravesamos aquellos que hemos perdido a alguien amado.

Las primeras, son de negación de lo sucedido, confusión y de una cierta anestesia emocional. El llanto, el aislamiento y las expresiones de rabia e impotencia, son comportamientos legítimos y no síntomas de trastorno psicológico.

Puede parecernos que emocionalmente retrocedemos en algún momento. Es necesario hablar de lo sucedido, así como de la persona que hemos perdido. Evitar conversaciones o situaciones no contribuye más que a dificultar nuestra recuperación.

Debemos intentar normalizar nuestra vida lo antes posible, esa es la clave para el afrontamiento. No sólo uno mismo, sino los que nos rodean, se beneficiaran de ello... Procesar el duelo no significa” olvidar”. Significa haber aprendido a vivir con la ausencia física del ser querido.

Intentar centrar la atención en la vida personal y en aquellas cosas que nos suceden a diario.


Liberarse del dolor no significa dejar de querer o de recordar, sino que supone una forma de impedir que la tristeza nos agobie.

Aceptar que la vida se va construyendo a partir de experiencias muy diversas.
Estas actividades incluyen liberarse de los lazos con la persona fallecida, reajustarse al ambiente en donde la persona fallecida ya no está y formar nuevas relaciones. No se trata de sustituirla tampoco.
El liberarse de los lazos con la persona fallecida, implica que debemos modificar la energía emocional invertida en la persona que hemos perdido. Esto no quiere decir de ninguna manera que hayamos dejado de amar u olvidado al ser desaparecido, sino que somos, ahora, capaces de dirigirnos a otros.

Morir es un proceso evolutivo natural que se inicia al nacer, aceptar la muerte, de familiares y la nuestra, es desarrollar inteligencia emocional. Ante la muerte, el dolor es inevitable, pero el sufrimiento es opcional, es decir, nuestra aversión y negación del dolor normal, genera sentimiento de culpa, frustración e impotencia emocional; ante la realidad de la pérdida del ser amado.


El Tiempo.- Déle al tiempo el proceso de rehabilitación tras la pérdida para recuperarse totalmente. Tómeselo con calma y no se presione. Cada cosa a su tiempo.

Llorar.- ¿Por qué no habremos de llorar ante una situación que nos produce un dolor total? (duele el alma, el cuerpo, la familia, el pasado, el presente, el futuro, todo.). Así, no solo se puede llorar, sino que, además, es sano porque el llanto actúa como una válvula liberadora de la angustia.

“No tengas miedo a la muerte"

Acéptala, desde ahora, generosamente…con valentía.
No lo dudes, vendrá en el tiempo, en el lugar, y del modo que más convenga. Por esto, vive el día de hoy, cada hora, y cada minuto, como si fuera el último de tu vida”.

Rony Durand C.
Coach Profesional